amordazadas martha lovera

Va de no dejarse amordazar

amordazar martha lovera

Todo ser humano desea experimentar el amor. Ese sublime sentimiento que desata pasiones (y que para algunos significa amordazar), y que a veces causa dolores de cabeza. Desde que nacemos necesitamos sentirnos amados y amar; y conforme crecemos aprendemos que suspirar, perder la noción del tiempo y el espacio, y sentir el revoloteo de las famosas mariposas en el estómago es una delicia; es cuando empezamos a desear amar.

De algún modo anhelamos ese estímulo que erice nuestra piel tras un beso o una caricia, y por supuesto queremos amar con todas sus letras. Sin embargo, ¿sabemos lo que es el amor? Amar, según la RAE significa: «TENER amor a algo o alguien». Quizás de ese concepto deriven todos nuestros problemas  –al menos los relacionados con el amor –, porque creemos que amar es tener, poseer.

En mi opinión, la mayoría confundimos lo que vemos en telenovelas, comedias románticas, o lo primero que sentimos cuando conocemos a ESA persona, con el amor. Nada más lejos de la realidad. Según quienes estudian el tema, ese flechazo que provoca noches insomnes y ansias de estar a cada minuto con el ser amado, no es más que la escenificación de una reacción química que sucede en nuestros órganos a causa del enamoramiento y, por fortuna, dura lo que dura (entre pocos meses a tres años). Apuntan que nuestro organismo no soportaría ese subidón químico durante demasiado tiempo. Pero, ¡qué rico se siente!, ¿a que sí?

La química del enamoramiento (que no del amor) es tan intensa y poderosa que nos hace sumergirnos en el caos, la contradicción y en ocasiones hasta en una indiscreta e imprudente sensación de locura. Somos capaces de sentir dos emociones opuestas a la vez, de hacer cosas inimaginables y nos hace conectar con la otra persona de forma inexplicable. ¿Será un amor de vidas pasadas?, nos preguntamos.

Y sí, es posible que esa sea una de las causas de esa conexión sublime (porque al final el cuerpo y el alma SABEN), sin embargo, es bueno tener presente que esa sensación tan agradable y alocada también es causada por una cascada de neurotransmisores y hormonas, que provocan que nuestro cerebro entre en un estado de enajenación alucinante.

Cuando esa química se desata, el enamoramiento parece gobernar nuestra existencia (hay quienes lo denominan la Energía de la Nueva Relación) y nos guste o no, tiene fecha de caducidad. De allí la importancia de reconocer cuánto dista del amor. Según profesionales en neurobiología, esas sustancias impactan en nuestro cerebro del mismo modo que cualquier droga potente, por eso son tan dolorosas las rupturas, porque, literalmente, se experimentan como síndrome de abstinencia. Y no nos enseñan nada de esto, es algo que vamos aprendiendo a trompicones, por ensayo y error, y que cuesta muchas lágrimas y a veces hasta nos hace perder la salud o incluso la vida, en el peor de los casos. ¿Quizás por eso dicen que el amor es ciego y la locura lo acompaña?

Esto ocurre porque en nombre del «amor» en ocasiones, mientras vagamos en esa ceguera no nos damos cuenta en dónde nos metemos ni con quien, y caemos en los brazos de personas que entienden el amor como AMORdazar; seres que atrapan y despliegan una invisible red constrictora sobre quienes dicen amar. Persona que capturan, encierran, encorsetan y limitan lo que un ser humano es para transformarlo en lo que ellas o ellos desean que sea, abanderando un «porque te quiero» (mientras hagas lo que yo quiero, sería la letra pequeña).

Y con esa forma de pensar, sentir y actuar sueltan perlas como: «¿Me vas a dejar aquí para irte con tus amigas?», «si de verdad me quisieras no harías eso», «con lo que he hecho por ti y así me lo pagas», «eres mi vida», «nadie te ama como yo»; y así un sinfín de frases, gestos, acciones y omisiones, –hay quien en su estrategia ignora a quien ama –, que limitan la manera en que una persona vive, piensa, expresa y siente la vida y el amor, condicionando cada uno de sus pasos.

Entones, ¿y el amor?¿Dónde queda en todo esto? La neurociencia habla de que, una vez superada la etapa química (el enamoramiento) y desintoxicado el cerebro de esas sustancias, entran en escena los valores, la cultura, las creencias, el compromiso y la voluntad de cada quien. Hace su debut la razón y se empieza a construir y afianzar el vínculo. Es cuando por fin vemos con claridad a nuestro ser amado (defectos incluidos), y lo que somos con y para él o ella; si hay o no compatibilidad, si nos ahoga o nos libera, si tenemos chispa o estamos apagadas, si estamos saludables o no (porque todo este tiempo el cuerpo lo supo). Es cuando se cae de manera estrepitosa en la realidad de lo que es.

Ojalá nos enseñaran esto en la escuela, sabríamos que esas mariposas y esas noches insomnes son producto de la norepinefrina; sabríamos que ese período de entre poco meses a tres años no define el amor que sentimos por una persona, y sobre todo nos evitaríamos muchos errores, lágrimas (dolores y enfermedades) en nombre del «amor», en nombre de sostener lo insostenible.

Pero este solo es el punto de vista de una persona romántica que, como muchas otras, también ha caído en la trampa del mal amor, pero que ha aprendido a prestar atención para no dejarse AMORdazar por eso que algunas personas creen que es amor. Lo confieso, a veces no lo he logrado.

Y ustedes, ¿Cuándo fue la última vez que un «amor» les amordazó?

PD: aplíquese a todo tipo de amor.

PPD: según las estadísticas las mujeres somos más frecuentemente «AMORdazadas». Si eres una de ellas, busca ayuda, NO ESTÁS SOLA.

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Mañana de niebla triste en Dénia Martha Lovera

¿Puede un sentimiento tan profundo como la tristeza amanecer un día indignado? Pues sí, acabo de recordar que sí. Que a veces no solo se nos indignan los pensamientos, los valores y la moral. A veces se nos indigna el alma entera y aparece eso que yo llamo tristeza indignada
Según la RAE indignación significa: “enojo, ira o enfado vehemente contra una persona o contra sus actos”. 
Hoy mi tristeza amaneció indignada con horario venezolano. Y es que ¡¿cómo es posible que hoy día sigan muriendo personas por patologías tan banales como una gripe, la diarrea o un ataque de asma?!
¿Cómo es posible que una mujer sana con apenas cuarenta años, con una hija pequeña y sobre todo siendo médico con ejercicio activo en hospitales tanto públicos como privados, muera por las carencias de sistema sanitario que hace años está comatoso y cuyos gobernantes se niegan a reconocer?
Pues sí, mi tristeza está indignada porque nadie merece perder la vida por la ineptitud e irresponsabilidad de otros. 
Sé que nada sucede porque sí, que todo sucede cómo, dónde y cuándo corresponde según esas leyes no escritas llamadas “las leyes de la vida”. Pero a ver si alguno de los responsables de esta catástrofe sin sentido que campa impune por Venezuela le explica eso a esos hijos que se están quedando sin sus padres, a esos abuelos que se están quedando sin sus nietos por falta de medicinas, material médico o comida. Que expliquen eso como muchas atrocidades más que suceden a diario y son un flagrante atentado contra la alegría, contra el amor y contra la vida; contra el optimismo, la Fe y el trabajo, como viene sucediendo en mi amada Venezuela desde hace mucho. 
Quienes han elegido quedarse allí pese a todo ha sido por eso. Porque su esperanza en un futuro mejor, su fe y su sentido de pertenencia les ha empujado a permanecer en “la lucha”, como dicen muchos cuando les pregunto:
—¿Cómo están? —Y responden con esa voz que denota una extraña mezcla de esfuerzo y alegría: —Aquí mi amor, en la lucha. Jodidos pero pa’lante
Aurilenin no pudo seguir luchando, le asesinaron la vocación con apenas 40 años. Ya no la vocación profesional que como médico que era la dedicaba a hacer el bien y a salvar vidas cuando la dejaban. Le asesinaron la vocación de vivir.  
Mi tristeza está indignada desde esta madrugada cuando me enteré por el grupo de Whatsapp de compañeros de promoción, todos médicos formados en Venezuela y que hoy estamos regados por todo el mundo, que esa colega con la que compartimos tantos momentos durante la formación, esa chica de mi edad, una doctora tan querida como decían colegas y pacientes, había muerto. 
Sé que este es un tema peliagudo para muchos. Por nuestra cultura y educación en nuestra sociedad no es sencillo hablar de la muerte, pero nos guste o no, es la única certeza que tenemos y he preferido utilizar eso a mi favor, porque quizás recordando día a día que este tiempo es tan solo una prórroga, una cuenta regresiva que empezó el día que nacimos, quizás así me sea más sencillo disfrutar y agradecer cada instante lo que vivo, aunque muchísimas veces no lo consiga. 
Así que sí, por más optimista, amante de la alegría y del lado bueno de las cosas que yo sea; por más afortunada y practicante del disfrute que me considere, hoy me permito la licencia de estar triste pero no con una tristeza cualquiera. Estoy triste con una tristeza indignada y escribo estas palabras en homenaje a todos aquellos que, como Aurilenin,  han perecido en su particular cruzada de vivir en Venezuela y sobre todo en reconocimiento a aquellos que, aún con todo, siguen sonriendo con la esperanza en sus labios, esperanza de volver a vivir en la Venezuela que se merecen. 
Porque Venezuela nació grande, alegre, rica y libre y sabemos que eso, tarde o temprano, volverá. 
¡Vuela libre y serena compañera!
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Fuego de la chimenea de los suegros

ARDE

Arde el verdor de la preciada selva. 
El Amazonas grita con rugido de tigre, el himpar de pumas y el parloteo de las guacamayas.
Todo dolor, todo sufrir nublado de una profunda confusión envuelta en cenizas y llamas.
El verdor que se vuelve opaco, oscuro y triste acaba con la vida de nuestra selva amada. 
Selva sabia, selva amada. 
Verdor naciente de indios, destino de la codicia de los sin alma. 
Los ritos no bastan, las plegarias no apagan las llamas.
Las danzas ancestrales no pueden solitarias contra el fuego que todo lo devasta. 
Nuestra madre más antigua clama, implora piedad sin lograr ser escuchada. 
¿Dónde están los que se acercaban a ella atraídos por la bravura de sus aguas, por el relucir brillante de sus suelos, por la calidez de las fibras de sus matas? 
¿Dónde estamos los humanos que tantas veces la hemos violado?
Allí en las antiguas Indias Occidentales con sus Kawahivas y por aquí también en el territorio de los Guanches, arde la tierra, arde nuestra madre.