Va de abrasar y ser abrasado.

abrasar martha lovera

No, no es un error ortográfico, aunque en un primer momento el cerebro quiera hacernos creer que es así. Abrasar es un verbo que, a mi modo de ver, tiene mucha fuerza y, a propósito del calor y el fuego que hemos vivido en la comarca durante este agosto, he decidido hablar de él.

Abrasar, según la RAE, tiene diez acepciones, alguna que desconocía por completo, como: «Destruir, consumir, malbaratar los bienes y caudales». Otro de sus significados parece una obviedad. Se trata de: «reducir a brasa, quemar».

Cuando pienso en algo que abrasa, mi mente me lleva a algo arrollador, descontrolado, arrebatador y puede que hasta agresivo. Esas sensaciones a veces se asocian a lo que produce en nuestra mente, cuerpo y alma la pasión, o a la voracidad de algo que consume con violencia, como el fuego, ¿o el amor?, o más bien ¿el enamoramiento? Porque es innegable que ese intenso subidón de química –el enamoramiento–, da un golpe de estado en nuestro cerebro y abrasa nuestra razón.

Estos días el interior de nuestra comarca ha sido abrasado por un fuego voraz. Mientras ardían hectáreas y hectáreas del verdor de nuestros valles (Vall d’ Ebo y Vall de Gallinera, os animo a visitarlos cuando todo esto termine), muchas personas observábamos con dolor las montañas cercanas mientras eran consumidas. Algunos pueblos tuvieron que ser desalojados, y cientos de personas tuvieron que salir de sus casas con lo puesto. Mi abrazo y apoyo para esas personas.

Y mientras unos eran obligados a dejar sus viviendas y se alejaban de la zona catastrófica obligados, empujados por el fuego, otros se dirigían hacia allí con paso firme y decidido. Batallones de hombres y mujeres, valientes e incansables, quienes se enfrentan con gallardía a las llamas y tienen como el sino de su existencia negociar con el fuego, se encaminaban hacia nuestros montes con el único objetivo de extinguirlo, y reducir a cenizas lo que ardía. Mi respeto y admiración para ellas y ellos.

Observar desde lejos ese fuego, presenciar cómo, durante días, la ciudad era cubierta por una lluvia de cenizas y el cielo se cubría de gris a causa de la bruma densa producto del humo que nacía a menos de treinta kilómetros, me hizo conectar con todo lo que, en un momento dado, puede abrasarnos.

Se dice que nos abrasan  –y abrazan ¡cómo no!– las pasiones, en especial el amor, pero también nos abrasan esas cosas que nos avergüenzan o dejan resentidos. ¿Puede el amor ser una de ellas? ¿Algo que nos deje llenos de vergüenza y resentimiento?

Coincidiréis conmigo en que sí, porque a veces ese sentimiento arrebatador, intenso y sublime, avanza inclemente e implacable por nuestro continente con la soberbia del fuego, y puede que no solo nuestras venas ardan con el calor que emana, sino que también puede abrasar nuestras convicciones, nuestros valores y principios y, de algún modo, puede que dejemos de ser quienes somos y hagamos cosas que jamás pensamos que haríamos.

También abrasan algunos alimentos y, a mi modo de ver, algunos los pensamientos. Creo que pocas cosas hay tan inflamables como un pensamiento dañino, de esos que debilitan y que, por desgracia, suelen aparecer en bucle si no prestamos atención. Son ese tipo de pensamientos los que abrasan nuestras certezas y, si no tenemos a mano un buen cortafuego mental, pueden transformarnos en seres inseguros, con miedo a ser y hacer; a existir y a vivir.

También hay seres que pueden llegar a abrasar nuestra autoconfianza, o la fe que depositamos en el ser humano. A esos conatos de incendio es mejor no avivarlos. ¿Sabéis que el fuego se aviva con el oxígeno? Pues mejor respirar lejos de ese tipo de personas, porque al final, sin darnos cuenta, podemos dejarnos arder.

Estos días las ideas acerca de la nueva novela están abrasando con más intensidad mi mente, encienden una llama que espero pronto os de calor. Mientras ese momento llega sigo sintiendo el sofoco de este agosto y deseo que los valles del interior, muy pronto, regresen a su verdor.

¿Y a ustedes? ¿Qué os abrasa?