Va de sentir confianza y de ser confiable.

Sentir confianza no siempre es sencillo, porque para llegar a confiar en algo o en alguien hay que creer en ello y esto no siempre es posible. Hace unos días, paseando con uno de mis sobrinos por una escarpada cala, fui testigo de un gesto que considero la escenificación de la confianza. El peque es un niño acostumbrado a pasear por la montaña. Desde muy temprana edad ya iba de senderismo envuelto en una mochila pegadito al pecho de su padre o de su madre. Recuerdo cómo con ojos bien abiertos, de esos que hablan de las ganas de comerse el mundo, aún siendo muy pequeño capturaba con curiosidad e ilusión todo lo que su inocente mirada alcanzaba a ver. El caso es que ahora con apenas cuatro años es un pequeño niño de la selva, un explorador todo terreno. Es fascinante verlo descalzo saltar por las rocas de calas en las que más de un adulto, presos del miedo y la inseguridad, trastabillamos y tropezamos con destreza.
El caso es que hace unos días nos escapamos su madre, él y yo a una de esas calas escondidas. Como buen explorador, el pequeño es de madrugar y a eso de las doce del mediodía, cuando emprendimos la retirada, su pequeño cuerpecito no daba más de sí. Intentó caminar pero las piernecitas le fallaban y sus ojitos empezaban a estar a media asta. En un momento del trayecto llegamos a un desnivel considerable que fui la primera en sortear y, para mi sorpresa, el pequeño se abalanzó hasta mi ubicación y se dejó caer en mis brazos a la vez que soltaba la mano de su madre que servía de apoyo. Eso para mí es la confianza. Se sintió seguro, tuvo la certeza de que no lo dejaríamos caer y se dejó llevar. Simplemente confió. Ese gesto, que me pilló por sorpresa por la altura y forma del desnivel en el que estábamos, me hizo reflexionar sobre el momento en que dejamos atrás esa certeza y empezamos a desconfiar.
Confianza, según el diccionario de la RAE, significa: esperanza firme que se tiene de alguien o algo; seguridad que alguien tiene en sí mismo. Al leer el concepto me pareció curioso que, cuando se habla de confianza, si se refiere a un tercero se define como esperanza, pero cuando se enfoca a la propia persona se habla de seguridad. A mi modo de ver, coincidiendo con las palabras de Alex Rovira, la confianza es un valor, ese que nos hace CREER y la única condición sine qua non para CREAR. La limitante que veo en ella es que la confianza no admite grados, es binaria; o se tiene o no se tiene; o está o no está.
La confianza se gana con esfuerzo y se pierde con facilidad y esto la torna frágil. Creo que la confianza vincula, llena de intimidad a cualquier relación porque con ella nos sentimos respetadas y respetados, reconocidas y reconocidos… nos sentimos a salvo. Sintiéndonos en confianza tenemos la certeza de que podemos dejar nuestro corazón en la mano de nuestro ser confiable porque sabemos que todo estará bien. Es cierto que no toda persona es digna de confianza. Hay quien, escudándose en la confianza y a sabiendas del daño que puedan ocasionar sus actos, muestra con desparpajo su parte más abusiva y descarada. También están quienes se afanan en cometer “errores” (así entre comillas porque considero que un error que es hábito poco tiene de error) y, bajo el amparo de la confianza de tanto errar y equivocarse terminan por perder la confianza depositada en ellos. Quizás de allí el dicho popular que reza: “la confianza da asco”. Así que sí, es verdad, no toda persona es confiable pero, ¡cuan maravilloso es encontrarse con una que sí lo es!
Siento que en estos tiempos que nos está tocando vivir el modo de poner en acción la confianza debe pasar por sentir seguridad con quienes nos rodean, tener la certeza de que a su lado estamos a salvo y que esas personas lo están en nuestra compañía. Quizás así podamos dejar de lado la esperanza, que está muy bien sentirla, sin olvidar que no deja de ser “un estado de ánimo que aparece cuando lo deseable se torna alcanzable”. La confianza requiere consciencia y responsabilidad. Es un acto de ejercicio diario porque no se puede ser confiable un día y al otro no.
Hablando de confianza, seguro conocéis alguna de esas dinámicas de grupo en las que hay que dejarse dirigir de un sitio a otro con los ojos tapados o dejarse caer hacia atrás con los ojos vendados para ser sostenido por quien está a nuestra espalda. ¿A cuántos se os ha puesto el cuello tenso de solo de pensarlo? A mí desde luego que sí. Pues los expertos dicen que así se trabaja la confianza. Sin embargo, según mi punto de vista, la única forma de cultivar la confianza es a base de ser confiable, ¿Cómo confiar en una persona que no se comporta de forma confiable?
Creo que la confianza, como todo valor, se demuestra con hechos. No se puede fingir con palabras, ni transmitir con la sola intención. No se puede forzar. La veo como una reluciente pieza de cerámica, valiosa y hermosa pero, una vez se rompe, por más que se usen mil filigranas para unir sus trozos, jamás volverá a ser como era.
¿Y ustedes?, ¿son confiables?, ¿ cuándo fue la última vez que dejaron su corazón en la mano de otra persona?