Va de entrenar el optimismo

Llevo varios días dándole vueltas a cuál sería el tema adecuado para iniciar las entradas del blog este año y, gracias a mi primera lectura de esta recién estrenada vuelta al sol, di con la clave: el optimismo. Una de mis personas es, en mi opinión, la personificación del optimismo. Ella es capaz de reír a boca llena y ver el lado positivo en las peores circunstancias, y es algo que admiro de ella. Hay quienes como ella nacen con ese don corriendo por sus venas, otros en cambio debemos esforzarnos por practicarlo.
Según la RAE, el optimismo no es más que “la propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable”. En mi opinión, dadas las circunstancias, necesitamos elevadas dosis de optimismo. La palabra, proveniente del latín “optimun” (el mejor), fue utilizada por primera vez por allí en 1710 por un filósofo alemán. Al investigar me di cuenta que el optimismo, como doctrina, ha tenido durante años muy mala prensa. Se tilda de soñadores, ilusos e ingenuos a quienes lo practican. Y me pregunto, ¿qué tiene de malo pensar y creer que las cosas son favorables e irán a mejor?
Lo que la ciencia dice al respecto es que para la mente y para el cuerpo todo son ventajas. Al parecer quienes investigan desde hace décadas el optimismo y la felicidad -y no son pocos quienes están en ello-, han comprobado que todo lo que se produce en nuestra mente (pensamientos y sentimientos) viaja a través del sistema nervioso y endocrino hasta nuestro cuerpo, y esa química altera, para bien o para mal, el ritmo del corazón, la presión arterial, el sistema inmune y otras funciones del organismo.
Así lo confirma Luis Rojas Marcos, un prestigioso psiquiatra, en su último libro “Optimismo y salud”; en él, el doctor Rojas Marcos, también da pistas de los peligros de no ejercer el optimismo y cataloga de “venenos del optimismo” a la indefensión crónica y al pesimismo maligno. En la misma línea Pascal habló de la esperanza como aliada del optimismo y en el mismo sentido Russel citó al humor y el entusiasmo, pero ¿cómo se practica esto en el día a día?, ¿cómo mantener el talante optimista con la que está cayendo? ¿Cómo ser optimista cuando te obligan a cerrar el negocio que sustenta tu familia o cuando un ser querido está ingresado en un hospital?
Los expertos dicen que tener esperanza es esencial, así como también lo es pensar que las cosas están en nuestras manos y recordar lo bueno que hemos vivido y logrado. En mi opinión quizás serviría de algo enfocarse en la belleza, la alegría de lo sencillo y lo bonito de lo cotidiano. Sabemos que esto no siempre es fácil de lograr, sin embargo, ¿habéis visto cómo funcionan los niños? Sonríen sin saber a veces ni por qué, no se preocupan, ni se dejan angustiar por el pasado ni por el futuro, simplemente están y son… NIÑOS; seres cargados de inocencia que se limitan a existir en su eterno presente sin más pretensiones. ¿Será la inocencia la clave? A saber.
Con todo esto en mente y transitando por este enero que llegó como un déjà vu tengo una propuesta, ¿os animáis a ejercitaros conmigo en el optimismo? Podemos iniciar con una tabla muy sencilla de ejercicios diarios: 1- Mirar al cielo unos segundos. 2- Crear belleza con lo que sea que hagamos y 3- Sonreír sin motivo (que el cerebro termina creyéndoselo). ¿Qué os parece?
Sé que habrá días en los que la realidad nos alcanzará como una apisonadora, días en los que creeremos que las circunstancias son nefastas, que no hay salida y las lágrimas rodarán por nuestras mejillas y cuando eso pase ¿qué haremos?, ¿dejarnos vencer? No creo que sea la mejor opción.
Prefiero apostar por volver a ser niñas y niños y olvidarnos por unos minutos de esa realidad que nos causa daño; desdibujarla tras un telón que cual carpa de un enorme circo nos lleve a experimentar la alegría del juego aunque sea durante unos minutos, porque ver la realidad de lo que sucede, con su crudeza y sus matices oscuros, no está reñido con elegir libre y conscientemente esforzarnos por mejorarla, con apostar por una actitud que nos lleve hacia la consecución de la felicidad de cada cual, que terminará siendo la del conjunto porque, como dijo el gran Gabo, “no hay medicina que cure lo que no cura la felicidad”.
¿Os apuntáis conmigo a este gimnasio gratuito y al aire libre o tenéis un mejor plan que aprender a estar sanas y sanos?