Este fin de semana me escapé a Barcelona. El objetivo original, hacer la presentación de Eternamente en tus ojos, poco después descubriría que esa era solo la excusa, porque detrás había mucho más.
La presentación fue divertida y especial. Recibir el apoyo y la calidez de Librería Cómplices, con la alegría y pasión por lo que hacen de sus dueñas, Connie Dagas y Helle Bruun, me hizo sentir privilegiada.
Compartir risas y reflexiones literarias con una escritora como Prado g Velázquez, a quien admiro profundamente, y por quien siento un cariño «curioso» fue mágico.
Tuve el honor de que gracias a la gente de Asocaven (Asociación Casa de Venezuela) se acercaran compañeras y compañeros de letras que, como yo, también son de Venezuela, entre ellos Irene Luzardo, Dietrich Zschaeck, Juan Carlos Ollarves, con quienes comprendí una vez más, que las cosas no pasan porque sí. Que ayer yo tenía que estar en Barcelona para reencontrarme con mi terruño a través de estar personas, quienes con ilusión y cariño me acogieron en la ciudad.
Y como tenía varios días disponibles y muchas ganas de impregnarme de la ciudad, aproveché para hacer turismo citadino, pasear por sus calles, ir al teatro –que menuda suerte la mía coincidir con el espectáculo de Tricicle que hacía años quería ver –, y darme un homenaje gastronómico en el restaurante venezolano, El rincón de la abuela Venezolana (que os recomiendo con los ojos cerrados) fue maravilloso.
Gracias Barcelona, por tanto.