Va de sentir compresión.

Presión, según la RAE, es la acción de comprimir o apretar algo. Otras de sus acepciones son: fuerza moral o influencia ejercida sobre una persona para condicionar su comportamiento; acoso continuado que se ejerce sobre el adversario para impedir su reacción y lograr su derrota, y la última, específica de la física, magnitud física que expresa la fuerza ejercida por un cuerpo sobre la unidad de superficie.
Así que considero que hablo por todas y todos cuando digo que llevamos unos meses siendo sometidos a una elevada presión. Una especie de bruma que nos rodea e intenta atraparnos. ¿Cómo no sentirla si todo cuanto conocíamos hasta marzo cambió de forma drástica? Y además, sigue en proceso de cambio veloz y eso, queramos o no, estresa.
Es cierto que la presión a veces da resultados positivos. ¿Cómo se obtiene el delicioso aceite de oliva si no es presionando las aceitunas hasta conseguirlo? O el vino, que en su producción se despachurran las uvas hasta obtener el mosto. También los diamantes pueden ser producidos sintéticamente por un proceso de elevada presión, similar al natural, y el resultado es una pieza hermosa y de elevadísimo valor comercial; el material con la mayor dureza y conductividad existente hasta ahora.
Sin embargo, los seres humanos no estamos diseñados para soportar demasiada presión, al menos no durante mucho tiempo. Nuestro cuerpo físico, mental y emocional es frágil, mucho más de lo que nos gustaría, y aun así actuamos como si no lo fuera y llegamos a embarcarnos en situaciones que terminan apretando, estrujando y aplastando cuerpo, mente y alma hasta límites insospechados; trabajos, relaciones, aficiones y hábitos que estrujan hasta debilitarnos y quizás enfermarnos.
A veces son las circunstancias de la vida las que se presentan y, con esas características, desatan una fuerza que desconocíamos como propia, fuerza que nos empuja hacia la reinvención de nuestra estructura mental y emocional y terminar por cambiar el modo en el que funcionamos. Es cuando entra en acción la resiliencia, que es: “la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. O en física, “la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”.
En estos meses de crisis, que etimológicamente crisis significa separar o decidir e implica un punto inflexión que en medicina se refiere a un cambio brusco o profundo que pudiera llevar a la muerte; en esta crisis y con esta presión considero que es imperativo cambiar la perspectiva, utilizar esa fuerza que el exterior inflige sobre nosotres para valorar lo que nos alimenta, lo que nos hace felices, lo que nos compensa y alejarnos de lo que no. Alejarnos de lo que aumenta la presión ya existente, procurarnos el tiempo y refugio necesarios donde repararnos.
Sí, lo sé, no es sencillo. Para nuestro cerebro es complejo deshabituarse y generar nuevos caminos y alternativas. Sin embargo, como todo proceso, requerirá de tiempo y voluntad, y dependerá de cada una y cada uno de nosotros; de que cada quien asuma su responsabilidad en todo esto.
No sé si cuando finalice todo volveremos al estado inicial, ni si saldremos más fuertes emulando los diamantes, lo que sí deseo es que al menos hayamos sido capaces de aprender y así generar un cambio a favor de nuestro bienestar y el de quienes nos rodean.
¿Y ustedes?, ¿Cómo llevan la presión?