
Va de sentirse vulnerable
Hace unos días que pienso acerca de lo que significa ser vulnerable, acerca de la vulnerabilidad y en cómo muchas personas huimos de ella. Vulnerable, según la RAE, significa: “Que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente”.
Y sí, queramos o no, nos guste o no, todas y todos en algún momento somos diana de algo o alguien que termina por herirnos. Sin embargo, pese a ese daño, considero que hay algo hermoso y difícil de explicar en la vulnerabilidad, y es que esta se define como una cualidad; “elemento o carácter distintivo de la naturaleza de algo o alguien”; entonces la vulnerabilidad es la cualidad de ser vulnerable, y los seres humanos nacemos con esa distinción, está en nuestra naturaleza desde que existimos. En mi opinión no hay nada más potente y a la vez más frágil que un embrión abriéndose paso a la existencia. Reconozcámoslos de una vez, somos vulnerables hasta la médula y hasta el día de nuestra muerte, aunque nos desvivamos por negarlo y ocultarlo.
Pienso que quizás nuestro problema con la palabra vulnerable viene porque la confundimos con debilidad, y nada más lejos de la realidad; considero que para mostrar las costuras hay que ser fuerte y valiente, porque significa rasgarse las vestiduras y mostrar nuestro interior. Cuando mostramos nuestra fragilidad nos volvemos más amables, y no porque nos tornemos complacientes o afectuosos, -es más que probable que cuando nos percibimos en situación de vulnerabilidad seamos algo hostiles-, sino más bien, como la misma palabra indica, porque nos volvemos “digno de ser amado”.
Sería maravilloso mostrar la vulnerabilidad sin tapujos ¿a qué sí?, pero en una sociedad que sigue educando en la competencia y la rivalidad, donde se sigue inculcando que gana el más fuerte, que las lágrimas se guardan y que se debe estar bien a toda costa parece complejo. En una sociedad que aboga por la cultura del esfuerzo (a veces desmedido), de atropellar a quien encontremos en el camino con tal de conseguir nuestro objetivo; una sociedad que ha extraviado valores como el respeto, el amor al prójimo y la ética, y para mi gusto con demasiados indiferentes e ignorantes sueltos que andan por allí mirando solo sus ombligos, se hace cuesta arriba dar libertad a eso que nos hace frágiles, mostrarnos sin reservas y entregarnos desde el alma.
Aún con todo, según mi punto de vista, nos deberían enseñar desde pequeños a abrir el pecho con mayor frecuencia y sin tanto recelo; a mostrar y compartir nuestra vulnerabilidad (sobre todo a los chicos, que lo tenéis peor) y así recordaríamos que está presente en todo ser humano, incluso en todo viviente (¿cuán vulnerable es una flor?); el solo hecho de estar vivos nos hace vulnerables, aunque insistamos en desconocer la fragilidad de la vida y miremos de reojo nuestra finitud. Es cierto, mostrándola se corre el riesgo de que nos dañen, pero en todo caso, ocultarla no evita ese daño. ¿Cuántas veces, sin querer, terminamos siendo heridos por quienes dicen amarnos, que es a quienes solemos mostrarnos a corazón abierto? Y ¿Qué pasa? Al final solo lloramos, rabiamos, culpamos, nos aterramos, sanamos y en el proceso aprendemos.
Algo curioso que he observado en la vulnerabilidad es que por desgracia pocas veces nos encontramos con ella desde el amor; en su lugar lo hacemos desde la rabia, la impotencia y la frustración de vernos desnudos e indefensos, o de ver a quienes amamos en situación de vulnerabilidad. Quizás porque no se ha tenido la suerte de vivir esa vulnerabilidad en compañía del amor, o porque de algún modo otros se han aprovechado o burlado de ella.
Quizás por eso cuesta tanto reconocerse vulnerable y aprender a serlo con la serenidad, solemnidad y respeto que en mi opinión amerita, porque ignoramos que cuando la vulnerabilidad y el amor bailan juntos se crea el más hermoso de los vínculos.
¿Y ustedes? ¿Cuándo fue la última vez que os vivisteis vulnerables?